jueves, 5 de septiembre de 2013

Ángelus Domincal ESTOY MIRANDO la Catedral Metropolitana desde una altura imp...

Ángelus Domincal



ESTOY

MIRANDO la Catedral Metropolitana desde una altura impresionante, y es tanta la

altura que también desde allá se ve impresionante en su historia, significado,

trascendencia, importancia, elegancia… DECIDÍ SUBIR ALTO, alto, alto, como para

no verla sólo tras de un lente fotográfico, ya de turista, ya de periodista, ya

de cronista histórico-gráfico; quiero verla desde donde la ven los mismísimos

ángeles y santos, a ellos les pedí que me hicieran un huequito en su tribuna

para contemplar lo que ordinariamente no vemos los mortales de a pie o de a

caballo… LO QUE VEO ES indecible, pero trataré –en la medida de lo casi

imposible– que lo que estoy contemplando resulte escribible, de manera que

ustedes, amables lectores, sean partícipes de tan mirífica visión… VEO Y ME

REGODEO, de entrada, que finalmente no pasó desapercibido bicentenario tan

especial, pues hace escasos tres meses era poco –y casi tirándole a nada– lo

que se decía y preparaba en torno a la efeméride; y a la fecha ya es un cúmulo

de actividades -de uno y otro tipo- que adornan la celebración… DESDE LA

PRIVILEGIADA atalaya en que contemplo la Catedral, venga mi discretísimo

aplauso para los que están detrás, delante, a un lado, arriba o debajo de todos

estos festejos: hacer una fiesta es un titipuchal de trabajo y organización, de

desvelos y gastos, de tantos pontes-de-acuerdo y de otros tantos

no-me-quedes-mal… ALLÁ EN MI NUBE prestada –desde donde miro– la perspectiva de

la Catedral es singular: se ve el pasado que es glorioso por el sencillísimo

hecho de que ha sucedido y su resultado hoy lo celebramos: se concluyó un

edificio dedicado a la gloria de Dios y al encuentro de los hombres que viven y

cultivan su fe; se concluyó un edificio que aglomera sentimientos religiosos de

generaciones vinculadas a un suelo y una cultura… AL RÁS DEL SUELO en que

ordinariamente vivo y me muevo, siempre he afirmado que el futuro no existe y

–por lo tanto– ni se ve, ni se sabe, ni nada de nada; del mundano futuro se

podrán hacer conjeturas y especulaciones que luego se corrigen como ahora hacen

con la tasa anual de crecimiento del “producto interno bruto”, que si en marzo

andaba por ahí del 4%, ahora lo están achaparrando hasta el 1.2% -imáginate los “futuros” que nos construimos!-…

DESDE EL CELESTIAL podio que momentáneamente me facilitaron ángeles y santos

¡el futuro sí se ve! y es el siguiente: veo a la Catedral que acumula años y

felices días en los que el pueblo de Dios y sus pastores seguirán celebrando el

culto divino, veo a hombres de fe y hombres sin fe que en dicho recinto

confluyen en el arte y la cultura, en la historia y el diálogo, en construcción

de una patria y un mundo mucho más humanos y respetuosos de toda manifestación

del pensamiento y del querer humano… QUE NADIE SE ATREVA a preguntarme –con el

argumento de que desde la prestada nube ¡el futuro sí se ve!- sobre su futuro

personal, minúsculo y regionalista; por ser eso tan poco, tan egoísta y tan

banal ¡no se ve nada!... EL FUTURO DE LA CATEDRAL es impresionante: hombres y

mujeres de aquí y de más allá harán por ella lo que nosotros mismos no hemos

hecho (¿te has dado cuenta qué bonito es ver el futuro?); tendrán los recursos

humanos, técnicos, económicos, artísticos, teológicos, religiosos,

devocionales, pastorales, culturales, con los que nosotros no hemos contado y

entonces mejorarán y superaran lo que generaciones anteriores hemos hecho con

tanta emoción y esfuerzo… MÁS DE UNO SE ACORDARÁ de las torres gemelas de Nueva

York: el terror acabó con ellas; para la Catedral el futuro es otro, pues

aunque llegue el terror y la barbarie, aunque el corazón del planeta brame y la

cimbre en su firmeza material, se mantendrá en pie porque es la expresión de la

fe de todo un pueblo que ha sabido tener a Cristo como elemento sustancial de

su identidad histórica, aunque le esto duela a…quien le duela… BAJO CON RAPIDEZ

de la nube en que andaba para consultar los eventos programados del

bicentenario de la Catedral y ponerlos en mi agenda; bajo con rapidez para

darme cuenta que a pesar de zócalos ocupados y calles en caos, la Catedral

sigue albergando actividades como Noche Santa, que contra todos los pronósticos

se celebró la noche del 23 de agosto pasado: ¡Yo mismo daba por cancelado el

evento y para mi sorpresa la gente llegó porque llegó y tuvimos una velada

expléndida! (¿qué no se escribe “espléndida”? Sí, pero esa Noche fue mucho

más)…







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