Ángelus Domincal
ESTOY
MIRANDO la Catedral Metropolitana desde una altura impresionante, y es tanta la
altura que también desde allá se ve impresionante en su historia, significado,
trascendencia, importancia, elegancia… DECIDÍ SUBIR ALTO, alto, alto, como para
no verla sólo tras de un lente fotográfico, ya de turista, ya de periodista, ya
de cronista histórico-gráfico; quiero verla desde donde la ven los mismísimos
ángeles y santos, a ellos les pedí que me hicieran un huequito en su tribuna
para contemplar lo que ordinariamente no vemos los mortales de a pie o de a
caballo… LO QUE VEO ES indecible, pero trataré –en la medida de lo casi
imposible– que lo que estoy contemplando resulte escribible, de manera que
ustedes, amables lectores, sean partícipes de tan mirífica visión… VEO Y ME
REGODEO, de entrada, que finalmente no pasó desapercibido bicentenario tan
especial, pues hace escasos tres meses era poco –y casi tirándole a nada– lo
que se decía y preparaba en torno a la efeméride; y a la fecha ya es un cúmulo
de actividades -de uno y otro tipo- que adornan la celebración… DESDE LA
PRIVILEGIADA atalaya en que contemplo la Catedral, venga mi discretísimo
aplauso para los que están detrás, delante, a un lado, arriba o debajo de todos
estos festejos: hacer una fiesta es un titipuchal de trabajo y organización, de
desvelos y gastos, de tantos pontes-de-acuerdo y de otros tantos
no-me-quedes-mal… ALLÁ EN MI NUBE prestada –desde donde miro– la perspectiva de
la Catedral es singular: se ve el pasado que es glorioso por el sencillísimo
hecho de que ha sucedido y su resultado hoy lo celebramos: se concluyó un
edificio dedicado a la gloria de Dios y al encuentro de los hombres que viven y
cultivan su fe; se concluyó un edificio que aglomera sentimientos religiosos de
generaciones vinculadas a un suelo y una cultura… AL RÁS DEL SUELO en que
ordinariamente vivo y me muevo, siempre he afirmado que el futuro no existe y
–por lo tanto– ni se ve, ni se sabe, ni nada de nada; del mundano futuro se
podrán hacer conjeturas y especulaciones que luego se corrigen como ahora hacen
con la tasa anual de crecimiento del “producto interno bruto”, que si en marzo
andaba por ahí del 4%, ahora lo están achaparrando hasta el 1.2% -imáginate los “futuros” que nos construimos!-…
DESDE EL CELESTIAL podio que momentáneamente me facilitaron ángeles y santos
¡el futuro sí se ve! y es el siguiente: veo a la Catedral que acumula años y
felices días en los que el pueblo de Dios y sus pastores seguirán celebrando el
culto divino, veo a hombres de fe y hombres sin fe que en dicho recinto
confluyen en el arte y la cultura, en la historia y el diálogo, en construcción
de una patria y un mundo mucho más humanos y respetuosos de toda manifestación
del pensamiento y del querer humano… QUE NADIE SE ATREVA a preguntarme –con el
argumento de que desde la prestada nube ¡el futuro sí se ve!- sobre su futuro
personal, minúsculo y regionalista; por ser eso tan poco, tan egoísta y tan
banal ¡no se ve nada!... EL FUTURO DE LA CATEDRAL es impresionante: hombres y
mujeres de aquí y de más allá harán por ella lo que nosotros mismos no hemos
hecho (¿te has dado cuenta qué bonito es ver el futuro?); tendrán los recursos
humanos, técnicos, económicos, artísticos, teológicos, religiosos,
devocionales, pastorales, culturales, con los que nosotros no hemos contado y
entonces mejorarán y superaran lo que generaciones anteriores hemos hecho con
tanta emoción y esfuerzo… MÁS DE UNO SE ACORDARÁ de las torres gemelas de Nueva
York: el terror acabó con ellas; para la Catedral el futuro es otro, pues
aunque llegue el terror y la barbarie, aunque el corazón del planeta brame y la
cimbre en su firmeza material, se mantendrá en pie porque es la expresión de la
fe de todo un pueblo que ha sabido tener a Cristo como elemento sustancial de
su identidad histórica, aunque le esto duela a…quien le duela… BAJO CON RAPIDEZ
de la nube en que andaba para consultar los eventos programados del
bicentenario de la Catedral y ponerlos en mi agenda; bajo con rapidez para
darme cuenta que a pesar de zócalos ocupados y calles en caos, la Catedral
sigue albergando actividades como Noche Santa, que contra todos los pronósticos
se celebró la noche del 23 de agosto pasado: ¡Yo mismo daba por cancelado el
evento y para mi sorpresa la gente llegó porque llegó y tuvimos una velada
expléndida! (¿qué no se escribe “espléndida”? Sí, pero esa Noche fue mucho
más)…
http://bit.ly/1dEx9KU
https://www.facebook.com/media/set/?set=a.512921915448055.1073742
ESTOY
MIRANDO la Catedral Metropolitana desde una altura impresionante, y es tanta la
altura que también desde allá se ve impresionante en su historia, significado,
trascendencia, importancia, elegancia… DECIDÍ SUBIR ALTO, alto, alto, como para
no verla sólo tras de un lente fotográfico, ya de turista, ya de periodista, ya
de cronista histórico-gráfico; quiero verla desde donde la ven los mismísimos
ángeles y santos, a ellos les pedí que me hicieran un huequito en su tribuna
para contemplar lo que ordinariamente no vemos los mortales de a pie o de a
caballo… LO QUE VEO ES indecible, pero trataré –en la medida de lo casi
imposible– que lo que estoy contemplando resulte escribible, de manera que
ustedes, amables lectores, sean partícipes de tan mirífica visión… VEO Y ME
REGODEO, de entrada, que finalmente no pasó desapercibido bicentenario tan
especial, pues hace escasos tres meses era poco –y casi tirándole a nada– lo
que se decía y preparaba en torno a la efeméride; y a la fecha ya es un cúmulo
de actividades -de uno y otro tipo- que adornan la celebración… DESDE LA
PRIVILEGIADA atalaya en que contemplo la Catedral, venga mi discretísimo
aplauso para los que están detrás, delante, a un lado, arriba o debajo de todos
estos festejos: hacer una fiesta es un titipuchal de trabajo y organización, de
desvelos y gastos, de tantos pontes-de-acuerdo y de otros tantos
no-me-quedes-mal… ALLÁ EN MI NUBE prestada –desde donde miro– la perspectiva de
la Catedral es singular: se ve el pasado que es glorioso por el sencillísimo
hecho de que ha sucedido y su resultado hoy lo celebramos: se concluyó un
edificio dedicado a la gloria de Dios y al encuentro de los hombres que viven y
cultivan su fe; se concluyó un edificio que aglomera sentimientos religiosos de
generaciones vinculadas a un suelo y una cultura… AL RÁS DEL SUELO en que
ordinariamente vivo y me muevo, siempre he afirmado que el futuro no existe y
–por lo tanto– ni se ve, ni se sabe, ni nada de nada; del mundano futuro se
podrán hacer conjeturas y especulaciones que luego se corrigen como ahora hacen
con la tasa anual de crecimiento del “producto interno bruto”, que si en marzo
andaba por ahí del 4%, ahora lo están achaparrando hasta el 1.2% -imáginate los “futuros” que nos construimos!-…
DESDE EL CELESTIAL podio que momentáneamente me facilitaron ángeles y santos
¡el futuro sí se ve! y es el siguiente: veo a la Catedral que acumula años y
felices días en los que el pueblo de Dios y sus pastores seguirán celebrando el
culto divino, veo a hombres de fe y hombres sin fe que en dicho recinto
confluyen en el arte y la cultura, en la historia y el diálogo, en construcción
de una patria y un mundo mucho más humanos y respetuosos de toda manifestación
del pensamiento y del querer humano… QUE NADIE SE ATREVA a preguntarme –con el
argumento de que desde la prestada nube ¡el futuro sí se ve!- sobre su futuro
personal, minúsculo y regionalista; por ser eso tan poco, tan egoísta y tan
banal ¡no se ve nada!... EL FUTURO DE LA CATEDRAL es impresionante: hombres y
mujeres de aquí y de más allá harán por ella lo que nosotros mismos no hemos
hecho (¿te has dado cuenta qué bonito es ver el futuro?); tendrán los recursos
humanos, técnicos, económicos, artísticos, teológicos, religiosos,
devocionales, pastorales, culturales, con los que nosotros no hemos contado y
entonces mejorarán y superaran lo que generaciones anteriores hemos hecho con
tanta emoción y esfuerzo… MÁS DE UNO SE ACORDARÁ de las torres gemelas de Nueva
York: el terror acabó con ellas; para la Catedral el futuro es otro, pues
aunque llegue el terror y la barbarie, aunque el corazón del planeta brame y la
cimbre en su firmeza material, se mantendrá en pie porque es la expresión de la
fe de todo un pueblo que ha sabido tener a Cristo como elemento sustancial de
su identidad histórica, aunque le esto duela a…quien le duela… BAJO CON RAPIDEZ
de la nube en que andaba para consultar los eventos programados del
bicentenario de la Catedral y ponerlos en mi agenda; bajo con rapidez para
darme cuenta que a pesar de zócalos ocupados y calles en caos, la Catedral
sigue albergando actividades como Noche Santa, que contra todos los pronósticos
se celebró la noche del 23 de agosto pasado: ¡Yo mismo daba por cancelado el
evento y para mi sorpresa la gente llegó porque llegó y tuvimos una velada
expléndida! (¿qué no se escribe “espléndida”? Sí, pero esa Noche fue mucho
más)…
http://bit.ly/1dEx9KU
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